Exhalación

La vida pasa como una exhalación. Lo único que queda, entonces, es anclarse a aquellos momentos en los que fuimos héroes (para alguien o para nosotros mismos). Pegarse a los recuerdos que nos infunden valor porque fuimos capaces cuando creímos no serlo. Revolcarse en la felicidad que ya pasó sin nostalgia, con paz, como quien vuelve a oler el mar después de años o a probar un sabor ya olvidado.

Recordar. ¿Lo bueno y no lo malo? Lo útil y no lo inútil. Lo malo nos deja huella casi siempre. Nos marca, nos hiere, nos mutila, nos desgarra. Nos transforma. Lo bueno, también. Solo que de una manera menos obvia, más silenciosa, más lenta. Lo malo te fulmina como un rayo. Lo bueno te lo tienes que creer, lo tienes que paladear y, para que no se pierda como una nube movida por el viento, tienes que atarlo a algún extremo tuyo. 

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Yo en mis brazos llevo atados algunos abrazos que dí queriendo dar. Qué hermoso eso de querer hacer algo y hacerlo, sin pensar, sin tener en cuenta el instante de antes ni el de después. Qué bonita la forma de parar el tiempo que tiene un abrazo, un beso, un rozarse, un mirarse con toda el alma.

De mis pies cuelgan los pasos que he dado, las veces que me he alejado. Todas las que he vuelto hasta irme en realidad. De verdad. De la buena. Las huidas y las batallas en las que resistí estoicamente las llevó ahí: en mis pies y en mis piernas. 

En mi cabeza retengo recuerdos felices. Fugaces. Cosas que me hicieron ser como soy. Bálsamos que me obligaron a creer en un mañana mejor, en un mañana que es hoy. Recuerdo las montañas que escalé, los besos-medalla después de las carreras más duras, el orgullo del trabajo bien hecho, la alegría prestada que llegó a ser mía también.

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Cerca de mi pecho flotan las letras. Todo lo que escribí algún día y lo que está por escribir. Están unidas a mí por alguna clase de campo magnético. No se irán. Son yo en realidad. Soy yo, en realidad, la que está pegada a ellas.

Brazos y abrazos. Pies y pasos. Cabeza y recuerdos. Corazón y letras. Y la vida sigue corriendo mientras me regala el cielo cada día. Y observa, resignada, cómo a veces caigo, caemos en la trampa de torturarnos con las cicatrices, las abrasiones y cardenales en lugar de mirar alrededor. A lo que flota dentro, a lo que pende cerca. A cada minúsculo o gran detalle que nos recuerda que somos grandes e importantes con traje de fiesta o vaqueros, ganando o perdiendo, acertando a la primera o a la tercera. 

Que somos grandes. Que eres grande. Que soy grande. Y nos lo creemos solo a ratos, solo cuando nos lo dice alguien (y a veces ni eso). Solo cuando la vida se cansa de vernos perder el tiempo y nos lo grita muy alto. Y no, la vida no grita siempre, pero todos los días, si te paras a escuchar, la oirás susurrando todo lo bueno que tienes cerca dentro y cerca fuera. Llueva o truene.

La vida pasa como una exhalación. Lo único que queda, entonces, es afinar el oído y volverse sordos selectivamente. Agregar lo bueno y disolver lo malo. Cribar lo útil y lo inútil. Y creer. Creernos. Creerse. Llueva o truene.


5 respuestas a “Exhalación

  1. Nada como creer en uno mismo para poder con todo lo que se nos ponga por delante. O al menos, intentarlo.

    ¡Un beso! Y enhorabuena, tanto por la entrada, como la nominación. Imagino que habrá sido una gran experiencia 🙂

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