Siempre supiste que, al irte, dejabas mi corazón en buenas manos (las mías). Pero ojalá te hubieses quedado un poco más por aquí para saber que hay en el mundo otro par de manos que me protegen del viento igual que tú lo hacías cuando me encendías una vela o me nombrabas en tus oraciones.
Esas manos existen, y llegaron al tiempo de tú irte. Y es que si te hubieran dado algo más de tiempo, tan solo el suficiente para atisbar su mirada, hubieras visto cómo dejé de estar frustrada para estar calmada. Y luego, otra vez enamorada.
Hubieses sabido que el brillo en los ojos era el mismo de otras veces, pero ya no hubieras visto mi compulsividad al mirar el móvil, mi ceño fruncido por los silencios, el miedo a una nueva decepción asomando la cabeza.
Si le hubieras llegado a conocer, sabrías que es un hombre de esos con los que una quiere tener nietos. De esos que hubiesen esperado por mi como el abuelo esperó por ti. De los que te siguen viendo atractiva hasta con 80 años y más arrugas que complejos.
Si hubieras probado uno, tan solo uno de sus abrazos, sabrías que es franco y amable. Sincero y alegre. Hubieses detectado al instante su capacidad de escucharte atentamente al explicar, con tanto detalle como te gustaba hacerlo, todo lo que habías cocinado con esmero durante el día.
Te hubiera gustado. Lo sé. Y te hubieras quedado tranquila, porque aunque siempre supiste que sabía cuidarme muy bien sola, tú eras de las que pensaba que uno nunca tiene suficiente amor, cuidados y protección en su vida.
Ojalá pudieras asomarte, y si lo haces, aunque sea por un momento, déjame decirte que es así todos los días. Que nos reímos tanto juntos como nosotros lo hacíamos en las sobremesas de verano en el pueblo. Que se preocupa por mí como tú cuando te decía que me iba de viaje a la ciudad de al lado.
No sé si allí dónde estás se pueden pedir permisos especiales para días destacados. Si puedes arreglarlo para pasarte un ratín por este mundo el próximo mes de octubre.
Qué digo. No sé cómo te las apañarás, pero sé que estarás ahí. Y que después de darle el «sí quiero», me verás guardar las flores más bonitas de mi ramo para ti.