El edificio de enfrente

De este confinamiento he aprendido que en el edificio de enfrente del mío vive una niña a la que le encantan los gatos. Lo sé porque el otro día vio a Leia en mis brazos cuando salimos a aplaudir y le gritó con voz súper aguda a su madre: «¡mira, mamá, un gatito!» Su abuelo, que también vive con ellas, es un amor. Y eso lo sé porque el otro día fue el cumple de la peque y le cantó el cumpleaños feliz con tanta fuerza que lo debieron de escuchar hasta los del helicóptero de la poli.

También he aprendido que la bata favorita de la vecina del balcón de al lado es verde y rosa. La verdad es que no la culpo por no quitársela nunca porque le queda genial.
Ahora sé que la joven pareja de ese mismo edificio, los del cuarto, se debe de querer muchísimo, porque el otro día él le dejó a ella que le cortara el pelo a tijera en la terraza, una prueba de amor de las gordas.

Luego están los del quinto, que han colgado una pancarta que promete que todo saldrá bien, aunque a veces se les olvida salir a aplaudir, y oye, tampoco pasa nada.

Los trabajadores del supermercado de abajo casi nunca fallan: ellos nos aplauden a nosotros, y nosotros a ellos por seguir siendo majos con los que bajan a comprar solo una pizza de casa Tarradellas.

Lo que aún no he averiguado es si la anciana de la chaqueta azul, la del primero, vive sola, pero lo que tengo claro es que, de ser así, sabe cuidarse de maravilla.

Pero si tengo que elegir a mi vecino favorito es el que cada día se encarga de hacer sonar puntualmente «Resistiré». Es oírla, y saber que todo, por un ratito, va a estar bien.
A él me gustaría poder decirle que siempre me anima, pero que hoy me ha dado la vida porque después del himno de siempre ha pinchado «With or without you» de U2 y, por un momento, me he sentido tan feliz como nadando en el mar o tomando una copa de vino en la plaza del Negrito.

Ojalá, después de esto, sigan los aplausos. Ojalá, al menos, que no olvidemos que entre tanto caos, aprendimos a vernos de verdad y dejamos de ser invisibles los unos para los otros.
Mientras tanto, vecinos, aunque no me leáis, os doy las gracias por recordarme que ni la mejor persona del mundo es mejor que todos nosotros juntos.


2 respuestas a “El edificio de enfrente

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