Cerca de un río sin agua, existe un remanso de paz y verde en Valencia. Hay flores rojas y moradas, estatuas de mármol que te miran de reojo cuando te das la vuelta, gatos despistados que se tienden en las sombras y nenúfares que bailan al son de todos los rumores de agua que te acompañarán nada más cruces los muros del jardín.
Es imposible darle esquinazo a las musas en este pedazo de poesía urbana. Improbable pasar y no quedarte a mirar, a recrearte en la idea de vivir en el edificio que hay junto a la fuente redonda. Increíble sentir como el peso del pasado se transforma en ligereza con el insistente trinar de los pájaros, el feliz zumbar de las libélulas y el suave conversar de sus visitantes.
Y es que nadie, ni el más ruidoso paisano, se atreve a hablar muy alto entre los cipreses del jardín. No sea que las estatuas salgan corriendo, o que el hechizo se rompa, o que la paz se esfume.
Leer más sobre los Jardines de Monforte de Valencia. (http://goo.gl/HAfWyT)