Lo primero que aprendí cuando te conocí es que la distancia siempre es relativa. El tiempo también lo es, aunque eso lo supe más tarde, cuando las estaciones empezaron a sucederse pero nunca llegaba un invierno en el que el frío superara a nuestro fuego.
Lo segundo que aprendí es que hay comienzos desiguales. Siempre he sospechado que tú me elegiste incluso antes de que yo lo hiciera, pero mi querido hooligan, no te emociones demasiado por haberme sacado ventaja al principio: me bastó un “me muero por verte” para empezar a correr hacia ti como si no hubiera un mañana. Y aquí seguimos, corriendo a ver quién gana mientras ganamos los dos.
Ahora ya sabemos que sí que había un mañana. Vaya si lo había. Más de 4000 mañanas, haz la cuenta. A mí también me parecen pocas, pero descuida, que nos quedan montones más de días, de noches, de ojos encadenados, de “te quieros” con voz, de paisajes contemplados a la vez. De amor a ratos que, esta vez, serán tan largos como nosotros queramos.
Y entre aliento y aliento recordaremos cuando siempre nos quedaba Roma, pero para entonces ya siempre nos quedará el mundo entero. Porque cualquier césped se me tornará cielo al sentir a mi lado el peso de tu cuerpo. No me hará falta siquiera que me toques: ya sabes que me llevo bien con el síndrome de abstinencia. No me hará falta que me pidas matrimonio estando sobrio, pues siempre preferiré que lo hagas a golpe de cubata en cualquier boda a la que nos inviten. Porque es nuestra tradición y las tradiciones son sagradas.
Sagradas como nuestras extenuantes sesiones de cosquillas. Igual que tu piel susurrando mi nombre. Igual que las conversaciones que se van después que el sol y las despedidas a media voz. Te lo juro, nuestras despedidas son sagradas, mientras duren, claro. Ellas saben, como nosotros, que su tiempo se va. Y es que algunas tradiciones también se acaban.
No la echaré de menos, la tradición de dejarte marchar. Ni a uno solo de esos malditos 460 quilómetros que se atreven a separarnos. Ni a la urgencia de todos nuestros últimos besos. Ni a tu mano gritándome adiós por la ventanilla. Sólo echaré de menos la incontrolable euforia desbocando todos mis órganos al volverte a oler. Pero eso, querido mío, será fácil vivirlo cada vez que llegues a casa o llegue yo, y te acerques a mí o me acerque a ti, y a tan sólo un centímetro de mis labios me enseñes, una vez más, que la distancia es relativa.
(¡Gracias, Cristina! Ha sido un placer mojar mi pluma en la tinta de tu preciosa y valiente historia).
He disfrutado muchísimo leyendo esta entrada. Enhorabuena, consigues atrapar al momento.
Besos fuertes,
https://confesionesydesvarios.wordpress.com
muchísimas gracias por tus palabras! me alegro de que te haya gustado y atrapado! 🙂 un beso!
Me ha encantado de una manera que no te puedo ni explicar! Lástima que a veces, a algunos de nosotros, esa distancia nunca se logre acortar.
Felicidades por el blog! Es de mis favoritos!
Muchísimas gracias!! Me alegro mucho de que te haya encantado. Y con respecto a la distancia, nunca se sabe, quizá algún día te sientas todavía más identificada con este relato porque sí que hayas logrado acortarla. Un besito! 🙂
No sé cuántas veces he podido ya entrar en el blog y releer una y otra vez la historia… Creo que no me cansaré jamás de leerla, me acercas a él cuando no está con tus palabras…
Ayyy qué bonito poder lograr eso con mis palabras, me alegro tantísimo! Os deseo todo lo mejor a ti y a tu chico. ☺
Por desgracia yo me enamoré como nunca de un chico que se marchó a 700 km de distancia de mi… Y a él sí que le importaba la distancia… Tanto que ni siquiera quiso intentarlo. Yo estaba dispuesta a dejarlo todo por él, pero él ni siquiera hizo por intentarlo…
Pues mi historia es totalmente distinta… 11 años en la distancia que se va a acortar totalmente en septiembre… Hemos sido unos LUCHADORES. Siento que tu final no haya sido bonito…
Qué pena María, ojalá hubiera salido mejor tu historia, pero eso seguro, estoy convencida de que lo mejor está por llegar en tu vida! Muchas gracias por pasarte! 🙂
Soy el chico de la historia, me emociono cada vez que la leo, es increíble como conseguiste plasmar 11 años en un relato tan corto. Muchas gracias, ahora ya no hay distancia, ni la volverá a haber.
¡Rubén! No había visto este comentario. Qué ilusión me ha hecho. Muchísimas gracias por tus palabras, de verdad. Un beso para ti y otro para Cris 🙂