Cuando regresamos a un lugar que durante mucho tiempo sentimos como nuestro, se activa esa parte del cerebro a la que le encanta hacer comparaciones.
¿En quién pensaba entonces, cuando al final de un agotador día dejaba a mi mirada perderse entre las gruesas y ásperas ramas de los árboles de la avenida?
¿Qué quería?
¿A dónde iba?
Y la pregunta estrella: ¿era más feliz?
Todos esos interrogantes me han asaltado hoy al volver a un lugar demasiado familiar. Lo cierto es que no sé responderme a ninguno de ellos, al menos no en positivo. En negativo, puedo decir que sé en lo que no pensaba, lo que no quería y a dónde no iba. Recuerdo que ya no pensaba en él por mucho que el invierno helara o un olor cercano me traicionara.
Quería… ¿Qué quería? Supongo que aprobar los exámenes (y que llegara pronto el autobús). Imagino que querer a alguien y que alguien me quisiera. Pero sé que ya no quería que ese alguien fuera él.
Iba… Iba a casa, sin duda. A cenar, a acostarme en mi cama y a seguir no pensando en él (que ya entonces era esa clase de «él o ella» que cada uno de nosotros tiene serigrafiado en todas algunas partes de su conciencia). A cerrar los ojos y deleitarme con que él ya no apareciera ni aunque le llamara.
En su lugar, ahora recuerdo, se me formaban bajo los párpados mil fotografías sonoras, visuales y aromáticas que eran todo y nada en concreto. El extraño peinado de aquella profesora; ese chico tan mono de la cola de la reprografía que podría ser, pero no era; un trabajo de fin de curso opcional que equivalía a un 60% de la nota (y de mi crisis de ansiedad); el olor a café más desagües de la cafetería. Las avispadas ardillas trepadoras de las gruesas y ásperas ramas de los árboles de la avenida, que hoy han desatado de nuevo todas esas preguntas.
¿Era más feliz? En términos absolutos, sería fácil decir que sí porque el paso del tiempo, no sé muy bien por qué, cubre todo lo malo con un velo de rosa indiferencia. En otras palabras, cualquier-tiempo-pasado-nos-parece-mejor. ¿En términos relativos? Era tan feliz como ahora, es decir, era todo lo feliz que podía ser con las circunstancias que me envolvían y los conocimientos que entonces tenía. Sí, era igual de feliz.
Entonces me hacían feliz las pequeñas cosas, en eso no he cambiado. Me aliviaba sobremanera, y de alivio también va la felicidad, que ni él ni nadie fuera ya un escollo. Eso también sigue igual. Qué cosas. Todo en mi vida me pareció tan diferente ayer, cuando volví a buscar ardillas entre esos árboles, y ahora que lo pienso, creo que todo (lo importante) sigue igual.
Aquella etapa, como todas, se agotó deprisa, aunque creo que la velocidad del tiempo (y mis ganas de atrapar cada momento) fue lo que hizo que resultara una etapa absoluta y relativamente feliz. Lo importante lo llevé siempre conmigo, y todavía lo llevo. Lo intrascendente me lo dejé por el camino o lo cambié por otras insignificancias que algún día futuro olvidaré.
Mudaré de trabajo, de casa, de novio y hasta de algunos amigos. Mudaré de piel mil veces y bajo cada capa descubriré una más fuerte, más apta y más sensible al tacto. Y así, cambiando de piel a cada bache, conoceré nuevos lugares y los haré míos (y quizá de alguien más); volveré a los que me vieron reír, llorar, esperar o recordar y me sentiré viva.
Recordaré (siempre, siempre) que la felicidad no es algo a lo que se deba aspirar: ya la llevamos dentro y es igual en cada etapa. Siempre es la máxima que puede ser, y aunque no siempre nos parezca suficiente, siempre es la necesaria para sobrevivir a la vida mientras recordamos quiénes somos, en qué pensamos, qué queremos… y a dónde vamos.
Fantástica entrada.
Besos,
https://confesionesydesvarios.wordpress.com
Muchísimas gracias!!!😙
Yo lo único que tengo claro es que no puedo ser feliz estando solo. Necesito compartir mis pequeñas cosas y me encanta ver que tú también lo haces. Soy más feliz sabiendo que estás ahí.
Besos
Fer
Qué bonito, Fer! 😊 mil gracias por estar ahí!!
Lo comparto Tejetintas, tiene frases brutales!
Un abrazo muy fuerte !
http://twocentsinmypocket.com/
Todo tuyo, señorita Dos Céntimos!! Tú sí que eres brutal 🙂