Días malos. Nefastos. Negros. Azabaches. Para mí los hay de dos tipos. Cuando sientes que nadie en todo el planeta Tierra es más insignificante que tú, logras meter la pata sin pronunciar palabra y te sientes más malvada que Freddy con las cuchillas recién afiladas.
En uno de esos días, tu novio asumirá fácilmente que vas a dejarle si te olvidas de mandarle el emoticono del Whatsapp con beso + corazón después de darle los buenos días. Todo tu historial de mejor amiga ejemplar se irá al garete por dejar de escuchar a tu compañera de almuerzo durante dos milisegundos mientras chequeas la elocuente caca con sonrisa que te ha enviado el que por entonces ya será tu potencial ex. Y cuando llegues a casa, tus padres te odiarán por acabar de cenar y marcharte cabizbaja a tu habitación cuando ellos aún están con el postre, «porque siempre les dejas solos».
Luego están los días en los que piensas que Homer Simpson tenía mucha razón al decir aquello de «Mosquis, todo el mundo es idiota menos yo«. De repente, la humanidad a tu alrededor parece haber perdido cualquier capacidad de razonamiento lógico. Tú estás tranquila, pero los demás te buscan las cosquillas por deporte. ¿Qué te queda entonces?
Maldecir internamente, increpar sonoramente o esconder la cabeza (si es bajo una bañera de espuma, mejor) son algunas de las opciones más socorridas. El error es desperdiciar el tiempo pensando qué estrategia seguir, porque si tu día es, real y verdaderamente, un día asquerosamente malo, hagas lo que hagas terminará volviéndose contra ti.
Si te callas, te saldrá un herpes de impotencia. Si te expresas, y aunque intentes desesperadamente hacerlo de una manera que más tarde te permita recular con un «no me pasa nada» si la cosa se pone fea, no sé cómo, pero te aseguro que terminarás pareciendo una histérica. La reina del drama. Una loca vilipendiada por las hormonas femeninas.Y todos esos calificativos se quedarán cortos si a algún individuo varón, incluso si es de tu familia, se le ocurre insinuar que tu actitud tiene algo que ver con tu menstruación.
Días nefastos. Negros. Azabaches. Una vez se pone el sol, sirven para mucho. Sacan a relucir lo peor de ti mismo, y por consiguiente, son el mejor medidor de personas constructivas y personas demoledoras a tu alrededor. Porque detrás de tu peor versión siempre habrá un voluntario dispuesto a arrimar(te) el hombro por cada buitre frotándose las garras. Tú decides quién te alegra o te amarga -todavía más- el día. (Pista: la opción más inteligente es que ése quién seas tú misma).
Porque asúmelo, hay días en que la gilipollez parece ser un grado para todo el mundo, y la mayor gilipollas eres tú. Por llorar cuando quieres gritar, por callar cuando quieres hablar, por hacer caso a los que te ignoran. Por no ignorar a los que confunden seguridad con soberbia y empatía con hipocresía.
Y es que los días nunca nacen torcidos, los torcemos nosotros o, peor aún, dejamos que nos los tuerzan.
Cuánto más productivos (aún) serían los días de pie izquierdo si convirtiéramos la rabia en determinación. Si entendiéramos que enfadarse es tan humano como amar, aunque no siempre sea tan agradable. A veces sí lo es. A veces las patadas invisibles en el culo saben a gloria, ¿o no? Esa que le das al chico-escombro que no te valora, o a ese amigo tóxico, pero sobre todo, las que le propinas a ciertas partes de ti misma.
Qué bien saben las auto-patadas a tus complejos, a tus inseguridades, a tu excesiva paciencia o a tu aburrida conciencia. Las auto-patadas son, sin duda, la mejor terapia para un día de mier…coles lluvioso. De lunes bochornoso. De viernes incendiado.
Sólo así, cuando por fin sale el sol, todos los gilipollas te parecen maravillosos. Y tú, más.
Muy cierto, todos tenemos días comos esos, lo bueno es que al día siguiente siempre termina saliendo el sol…
Besos,
https://confesionesydesvarios.wordpress.com
Exacto! Por suerte cada día todo vuelve a empezar. Mil gracias por pasarte!! Muak
Me encantó! yo era de las que se «despertaban de mal humor» hasta que entendí que no es así… me quedo con esta frase «es que los días nunca nacen torcidos, los torcemos nosotros o, peor aún, dejamos que nos los tuerzan.»
Me alegro que haberlo aprendido y haber cambiado 🙂 hoy en día me despierto y agradezco a la vida porque así todo es mejor
Un beso!
Hola Neri! Sin duda, esa actitud tuya es la mejor, no siempre es fácil pero vale la pena, así es como se endereza un «mal día». Gracias por pasarte y un abrazo!! 🙂
Conozco esos días… Pero tengo la solución, se llama tomarse una caña y reírse un rato. Igual venirte a Madrid para eso te queda algo lejos, pero yo me ofrezco voluntario para tan agradable misión.
Besos
Fer
Aquí en Valencia tenemos una espuma que todavía quita mejor las penas que la cerveza… la del mar!! 🙂 un abrazo!