¿Imposible? Sí, gracias

Asumámoslo: nos va lo imposible. Cuanto más difícil, mejor. Decimos (con la boca chica) que no, que nos hemos cansado ya de remar a contracorriente, que nos merecemos un amor fácil, de esos de película, de esos con dramón de por medio si acaso, pero con su bien sabido final feliz. Decimos eso (y casi nos lo creemos), pero hacemos otra cosa.

Perseguimos imposibles. Quimeras sentimentales. Queremos que nos quiera el que no nos quiere. Ese, el gallo más difícil del corral, ese es el que nos gusta. El que nos hace sacar la vena más suicida y kamikaze. Qué le vamos a hacer. Cuestión de química, supongo. O igual es que los seres humanos nos hemos vuelto todos meros sacos de traumas con patas. A lo mejor es que en nuestro fuero interno creemos que conseguir sacarle el jugo a una media naranja securria no solo tiene más mérito, sino también más gracia. A lo mejor es que el amor se ha convertido en un juego que cuanto más cuesta, más vale.

Igual, digo yo, es que sólo somos niños disfrazados de adultos. Niños que quieren conseguir lo que desean a toda costa, y que cuando se tropiezan con un «no puede ser» de la vida, le responden aquello de «pero es que yo quiero» como único e irrefutable argumento de peso.

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Puede que solo seamos eso, niños con corbata y niñas con tacones, asustados todos, asustados por si queremos y no nos quieren de vuelta. Como si eso fuera el fin del mundo. Como si alguien alguna vez hubiera muerto de amor sin resucitar luego.

Y así seguimos, persiguiendo imposibles, besando muros y sapos, queriéndonos fuerte y mal, ansiando respuestas, exigiendo ser complacidos porque «si yo te quiero, tú me tienes que querer». Y, sí, claro que duele entregar el corazón y recibirlo de vuelta convertido en un puñado de cenizas. Y, no, claro que el «ya te lo advertí» no exime al sujeto imposible de turno de su responsabilidad destroza-corazones. Pero igual que una no escoge enamorarse, supongo que uno tampoco elige ser imposible.

¿Y qué pasa cuando el amor se enamora de la imposibilidad? Que el cuento acaba triste, roto o quemado, pero nunca, nunca, nunca acaba en blanco. Y siempre, siempre, siempre acaba.

Y, a veces, solo a veces (tan a veces como cuando a alguien le toca la lotería), lo imposible pierde una sílaba… y se convierte en real.


10 respuestas a “¿Imposible? Sí, gracias

  1. Y así somos los seres humanos siempre detrás de lo imposible en casi todos los ámbitos de la vida. Por más que sabíamos que no iba a resultar. ¡Una entrada genial!

  2. Como siempre me ha encantado. Que exteaño esto del amor hasta cuando se termina y se rompe y te destroza queda ese poso agridulce que siempre se queda con los mejores recuerdos. En fin el mundo de las emociones nada lógico. Enhorabuena!!!!

  3. Hola, me gusta mucho tu blog, estoy pasando por una etapa de mi vida un poco complicada y me gustaría crear un blog para ayudar a la gente pero después para seguir escribiendo y no se que nombre ponerle. me gustaría que pudieses ayudarme. escribeme al correo. gracias

    1. ¡Hola, Carla! Muchas gracias por tus palabras. Me parece fenomenal que hayas decidido abrir un blog para sentirte mejor y ayudar a otras personas. El tema del nombre es algo muy personal y depende mucho de la temática… Quizás puedes pensar en algo que tenga significado para ti, o que describa el contenido de manera original, o simplemente en algo que suene bien. En mi opinión, mejor si es corto que largo. Si necesitas hablar o cualquier otro consejo, puedes escribirme a tejetintas@gmail.com 😊 ¡Un beso y suerte!

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