Huele a verano y a noches interminables. A rocío y a jazmín flotando entre sombras anaranjadas, mientras la luna brilla sin pedir permiso a nadie. Huele a salitre y a las conchas que recogía de la arena cuando era niña, pero también huele a aire acondicionado, sofá y cualquier peli mala a la que no prestar atención.
Sabe a todas las frutas juntas. A chocolate, canela y hierbabuena. Sabe a vainilla y a miel y a café con leche. A eso y a todo lo que me gusta. Sabe al sabor que me deja cuando se queda y cuando se va para volver. Siempre volver. Sabe a viajes que esperan su turno pacientes; a las horas muertas más vivas que ha visto este cuerpo. Sabe al agua fresca de una fuente recóndita e inesperada en pleno agosto. Sabe a pura felicidad.
Su tacto es adictivo. Es la calidez de una manta en invierno y las olas del mar en verano. Es seda que me acaricia y roca a la que agarrarme. Es cobijo y paisaje. Su piel prende fuego a la mecha de mi sonrisa.
Suena como el campanario en manos del loco que contaba Neruda. Como suena una caracola si te la pegas a la oreja. Suena a The Cure, a los Smiths y a todas las canciones que escuché mientras me recomponía el corazón soñando con tiempos mejores. Es la canción de mi vida, la letra de mis sueños, la estrofa perfecta repetida en un bucle del que jamás podría cansarme.
Mirarlo es morirme. Morirme de vida, de sueños, de magia. Contemplar y agradecer van de la mano si hablo de sus ojos, porque su mirada tiene las mejores vistas. Es una obra de arte perfectamente acabada, pero yo la cincelo con amor y la beso con locura para espantarle cualquier nube, para apartarle cualquier miedo.
Es lo mejor que han probado mis labios y mis manos. Lo mejor que ha llegado a mi olfato y a mis oídos. Es lo más bonito y lo más importante que han visto estos ojos. Y por eso, entre otras cosas, hace tiempo que hice de su corazón (mi casa) un templo. Ahí vivo, feliz. Muy cerca de él, que vive en el mío. Ahí veo pasar los inviernos y le canto a la lluvia. Ahí espanto demonios mientras me bebo las flores, el sol y el cielo.
Ahí tengo hogar porque mis sentidos nunca sintieron igual (que contigo).
¡Qué preciosidad! Quería escribir algo sobre el post, pero la verdad es que me has dejado sin palabras…♥