Habían estado viéndose las últimas doce semanas. Desde que se miraron por primera vez, el ritmo había sido bastante frenético. Descompensado, más bien. Muchas subidas y alguna que otra bajada. Y entremedias, miedo, ansia, incomprensión.
-Cuando estoy contigo… me siento única en la tierra. Tienes la capacidad de hacer que me encuentre feliz, pero no creo que sea algo a tener en cuenta. Es que todo el mundo se siente bien a tu alrededor, ¿no lo ves? Igual que hay gente simpática, rápida o paciente, tú eres de esa clase de personas que cambian el estado de ánimo de los demás para bien.
-Pues quédate… quédate conmigo -le pidió con voz temblorosa, insegura, lanzada al vacío sin arnés.
-¿No me has oído? Tú eres así, no es un mérito que despliegues para mí. Eres así y punto. Yo solo soy una afortunada más que pasaba por aquí.
Solo que no lo eres, le respondió con el pensamiento.
Solo que sí lo soy, añadió ella sin hablar.
Estaba claro que la nube negra que les tapaba el sol tenía mucho más que ver con el pasado, que con el presente, pero aun así ambos, sobre todo ella, estaban cargados de razones para decir que no con razón.
-¿Qué crees acaso que es el amor? Sentirse feliz al lado del otro-empezó a decir con la voz algo más alta de lo que hubiera querido y a trompicones, sin ninguna intención de disimular nada. Ni los nervios, ni el pánico a perderla, ni los inoportunos rugidos de su estómago-. ¿Sabes por qué siempre escribo sobre el amor?-continuó un tono más bajo, considerando una proeza el poder aguantarle la mirada-. Porque es lo que más y menos entiendo de este mundo. Y no sé cómo puede volver a brotar de corazones totalmente devastados. Y es milagroso que siga siendo cuando deja de ser tantas veces.
La observó humedecerse los labios, cautelosa por primera vez desde que la conocía.
-¿Qué quieres decirme con todo eso?
-¿Qué quieres entender tú?
-¿Vas a quererme siempre? ¿Vas a ser el que me devaste por segunda vez el corazón? ¿Dejarás de ser quien eres y un día, de repente, empezaré a ver sombras en lo que antes me iluminó?
-Te equivocas de preguntas. No importan esas respuestas. Tú quieres saber si te quiero ahora. Si quiero quererte, si quiero intentarlo. Y sí, quiero. Lo necesito. Necesito amarte porque un día dejé de amar. Necesito amar, pero no me vale cualquiera, solo me vales tú.
-¿Y mañana?
-Mañana, el misterio. Mañana, lo negro. Mañana, ¿quién sabe? Mañana, tú, o quizás sin ti. Pero mañana, sea como sea, recordaremos que hoy fuimos valientes y resurgimos juntos. Que contribuimos descubrir el misterio: ¿cómo puede el hombre desaprender el dolor y volver a querer?
Por fin, la vio sonreír. No era una sonrisa de convencimiento, era escéptica, traviesa, como si estuviera haciendo un pacto interno con su parte más insensata. Un pacto sólido que se selló aquel día con un beso a modo de apretón de manos.
-¿Entonces? -le preguntó él cuando se despedían, ambos con el mismo sabor en los labios y el mismo «sí» en la mirada. ¿Nos veremos pronto?
-¿Mañana? Mañana, lo negro. Mañana, quién sabe.
Y se marchó moviendo las caderas mucho más que cuando llegó aquel día, con el cuerpo tan rígido y las pestañas tan ingrávidas. Y se alejó, pero su sonrisa perduró en el aire, muy cerca de la boca de él, que habiendo considerado siempre que amar era perder el juego, aceptó su derrota con la dulce redención de quien ya no espera otra cosa que clemencia de su enemigo.
Enhorabuena por ser finalista! Te lo mereces 🙂
Muchísimas graciaaas!! 🙂
«Y es milagroso que siga siendo cuando deja de ser tantas veces». Había leído esta frase… Me gusto mucho y la retuve en mi cerebro. Luego, unas horas más tarde, —probablemente saliendo de mi subconsciente— la recordé al ver como el césped del jardín brota con fuerza y vigor cada semana, más verde, más desafiante, más convencido que nunca… A pesar de que se corta de raíz todas las semanas… Pero vuelve a crecer, a resurgir de las cenizas de la tierra. El amor debe aprender del césped a no morir nunca, aunque se holle o se corte un millón de veces. Seguramente que habrá una vez en la que ya nadie le impida crecer nunca y se manifieste y se exprese en tos su esplendor. Eso sólo ocurrirá si sigue, inasequible al desaliento, brotando cada día.