Fue un día cualquiera cuando lo pensé. Un día cualquiera con sol. El cielo estaba tan azul que costaba mirarlo. La gente parecía tan feliz que costaba no odiarla. Justo después de un graznido lejano, que quizá buscaba desesperadamente despertar nuestras versiones pasadas, cercanas, ya perdidas, reparé en nuestro par de sombras proyectadas en el muro de aquel colegio.
Nuestras sombras hacían lo mismo que nosotros, es decir, nada, estar quietas, esperar, soñar quizás con una solución inocua para el corazón. Y, sin embargo, parecían más felices. Quizás porque estaban planeando algo. Quizás porque acababan de descubrir que lo importante siempre es dónde ir, no cómo llegar.
Y de repente lo vi, casi pude verlo: nuestras sombras se dieron la mano y echaron a andar lejos de todo, o al menos lejos de nosotros.
Las observé alejarse un rato, segura de que eran ellas lo real y él y yo lo imaginario, fruto de nuestra mera condición de obstáculo entre el sol y una pared. Casi las escuché reír, victoriosas, avergonzadas en parte por sus versiones carnales. Unos nosotros por aquel entonces tan cobardes que daba grima, que daban miedo y ganas de gritar.
Aquel día nos dijimos adiós cuando en realidad queríamos decir hasta mañana, pero hoy yo todavía sueño con nuestras sombras, perdidas en la arena de cualquier playa, queriéndose tan oscuras y planas como son, despidiéndose antes de cada noche y renaciendo con la mañana. Mutando constantemente a medida que avanza el sol.
Las imagino felices, proyectándose aquí y allá, menos verdad que nosotros, pero mucho más valientes por dejar atrás una pared y sentir que tienen por delante el mundo entero. Por saber que, efectivamente, lo importante no es el cómo, sino el qué.
mmmm con esto que comentas la expresión «no eres ni la sombra de lo que fuiste» toma otro sentido 🙂
Besos
Fer
🙂 besos, Fer!!
«Quizás porque acababan de descubrir que lo importante siempre es dónde ir, no cómo llegar». Y disfrutar del camino 😉
Un besote guapa, y ¡enhorabuena por ser finalista en los premios 20 blogs! A por todas 😉
Muchas gracias, Patri! Un beso enorme! 😊😙
Me encanta ver a la gente feliz. Pero también me has hecho caer en la cuenta de que cuando ves que la gente parece tan feliz… Lo que dices: cuesta no odiarla. Y es que nada hay más patético que observar cómo la gente se esfuerza un huevo por parecer feliz, cuando la felicidad —todos lo sabemos ya— es transitoria, pasajera y fugaz. ¿Cómo lo habéis pasado? ¡Jooo, volvimos a casa la las siete de la mañana! ¿Y? ¡Yo no te preguntaba eso!
Jajaja me ha encantado tu comentario, muchas gracias por detenerte un ratito en mis letras. 😉