Cierra los ojos. Escucha. Huele. Siente. Ahí donde estás, cerca, tienes algo que no está hecho para consumir con la mirada. Una piel que fundir con la tuya, una risa que aprenderte de memoria, un aroma que tatuarte por dentro.
Deja caer tus párpados y con ellos el miedo, la guardia, el ansia de realidad. Las mejores cosas de la vida no se ven con los ojos abiertos.
Cierra los ojos y mira. Piérdete en la oscuridad de no verlas venir, de no saber si llegará una caricia o una tormenta, de ignorar por completo todo cuanto te rodea. Todo menos tú, que así, con los ojos cerrados y los brazos abiertos, sientes cómo sientes más que nunca. Sientes, irremediablemente, que no hay más ciego que el que quiere verlo todo.