Déjale encontrarte

Tengo unas amigas que valen millones, y ese, perfectamente, podría ser el título de este post aunque no lo sea. Por separado no estamos mal (qué co**, estamos genial), pero es que juntas siempre sumamos. Aunque (como siempre) tarden horas en atendernos en el café (de siempre) y aunque ,a pesar de ello, todas sepamos que volveremos. Aunque nos sigan pasando cosas de argumento de peli mala de domingo por la tarde y aunque haga demasiado que no nos vemos.

Hoy mis amigas y yo nos hemos puesto trascendentales. En resumen, que hemos estado hablando de amor. De amor del bueno y de amor de garrafón. De ese que pega tanto subidón como resaca deja. Cuánto amor barato hay por el mundo. Cuánto conformismo, por parte de hombres y de mujeres, sí, pero como féminas que más una vez han sufrido las consecuencias de una sociedad patriarcal como la que tenemos (y quién no lo ha hecho), pues qué queréis que os diga, hemos barrido un poco para casa.

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Qué triste es que, muchas veces, en la condición de mujer todavía se presuponga la docilidad, el apañarse con lo que hay, el «comprender» el desprecio y la humillación. Qué fatal el machismo, pero qué peor que fatal bajar los brazos y estar de acuerdo en que hay ciertas cosas que son «normales». ¿Normal es que tu novio le mire el culo a la primera que pasa? ¿Normales son los cuernos? ¿Normal es hablar, hablar, hablar y luego no volver a llamar? Parece ser que sí, que cada vez más unos y otros dan por buena la falta de empatía y compromiso, algo que a priori no tiene nada que ver con ser hombre y mujer pero que qué queréis que os diga otra vez… pues eso.

Sea como sea, es justo reconocer que los hombres también sufren esta especie de epidemia del siglo XXI que, bajo mi punto de vista, se fundamenta en tres pilares:

  • La aversión a los sentimientos.
  • El miedo a comprometerse.
  • El postureo.

Sí, el postureo. Aparentar es cada vez más importante que sentir, vivir, tocar, crear. Y no me refiero tanto a tomarte una Coca-Cola y subir una foto a Instagram, sino a montarte una vida y una imagen ante los demás y ante ti mismo que quede bien, que no comprometa tus sentimientos y que te haga lo suficientemente feliz como para seguir respirando. Por cierto, eso nunca es suficiente.

Esperar, conformarse, pensar en si vale la pena… Son cosas naturales. No se puede ir por la vida en plan kamikaze, tomando decisiones en caliente en nombre de la búsqueda de la felicidad verdadera. No… No exactamente, aunque la mayoría de personas deberíamos atrevernos más a hacer locuras cuando estas persiguen el bienestar propio. Y cuando digo locuras digo vender el coche y montar el negocio de tus sueños, dejar a tu novio y empezar una relación contigo misma, cortarte el pelo y hacerle un boicot al maquillaje, en plan Alicia Keys pero sin contarlo en Vogue.

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No sé, supongo que siempre ha habido tías capullas y tíos capullos. Que nadie es perfecto y que se supone que las relaciones no son como en las películas, aunque digo yo que deberían parecerse más a ese modelo que a la mierda pura que algunos llaman amor. El amor no es costumbre, no es comodidad, no es rutina aunque a veces caiga en ella. El amor puede contarse, publicarse en Facebook, que no pasa nada, que compartir la felicidad no es delito -y al que le pique que coma ajos o como sea-, pero si en el off the record no hay magia, complicidad, reconocimiento, respeto y ganas, muchas ganas del otro, mal asunto. Pero muy malo.

Porque el amor, cuando se rompe o se ensucia, pues se arregla o se limpia. Y si no hay ganas ni de eso, mejor dejarlo estar, mejor cambiar, que la soltería no es una desgracia y no estar enamorado no es un drama.

Y esto, más o menos (Lachicadelosjueves entenderá las necesarias negritas), es lo que hemos estado hablando mis amigas y yo, que a veces hemos tenido suerte y otras no. Que nos hemos equivocado, como todo el mundo, pero que cuando estamos juntas formamos una especie de consejo de sabias que arregla el mundo en un momento. Y no me extraña porque mis amigas, como yo, han tragado cosas que nunca debieron, pero ahora ya saben lo que sí y lo que no. Lo sabemos. Que no nos merecemos un castillo si no el cuento entero. Por eso la felicidad nos ha encontrado o nos está encontrando. Porque nosotras, como tú, como vosotras, lo valemos. Y eso significa no conformarse con nadie que no te haga sonreír simplemente estando dormido a tu lado. No conformarse con la ausencia de dolor, porque la felicidad es mucho, muchísimo más que eso.

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Por eso estoy tan orgullosa de ellas, de ser mujer y de haber sabido aguantar el chaparrón de mierda. Porque ahora, por fin, el telón se ha abierto y lo que yo creía real se ha convertido en un burdo decorado. Y la realidad es cien mil veces mejor. Y mejor amor del mundo me ha encontrado. Y el tuyo te está buscando. Así que corre, no esperes más, huye de lo raro, de lo demasiado difícil, de los dramas… y déjale encontrarte, hazte ese favor. 

 


6 respuestas a “Déjale encontrarte

  1. ¡Hola, Tejetintas!
    Cuánta falta me hacía leer un texto como este, has descrito a la perfección muchas de las cosas que pienso. Como bien dices, es triste que en pleno siglo XXI aún sean aceptados como normales aspectos tan machistas de la sociedad.
    Pero es cierto eso que has escrito, amiga, algún día llegará alguien que nos ame y nos respete, un chico que le dé mil vueltas a la ficción. Voy a hacerte caso y dejar que me encuentre…
    Gracias por hacerme sentir y reflexionar cada vez que paso por aquí, no sé cómo he podido estar tanto tiempo sin dejarme caer por este maravilloso rinconcito.
    Un abrazo, sé feliz ♡

    1. ¡Hola, Miss Poessía! Qué alegría volver a leerte ☺. Me alegro muchísimo de que mis palabras te hayan llegado al corazón. No tengas duda de que esa persona llegará, no hay amor imposible si no persona equivocada. Te deseo el mejor de los días. ¡Un abrazo, preciosa!

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