Cuando nos inventamos

Toda la vida tejiendo letras, soltando el lastre con palabras, imaginando mundos y escenas que nunca sucederán. Escribiendo sentimientos porque hablándolos siempre sentí que me acercaba, pero no acertaba de lleno a explicar el qué, el cómo, el por qué. Y con las palabras, sí. Siempre. Todo.

Si mi vida fuera un libro y yo su escritora, podría decirse que hasta que lo inventé a él al final de un capítulo cualquiera, pasaron cosas pero no pasó todo. A veces sucede. A veces pasan muchas cosas que  (aparentemente) conducen a nada porque, básicamente, es nada todo lo que no es todo.

Podría decirse que en la historia de mi vida he escrito muchas cosas. He escrito a mano cuando me he olvidado de la perfección y he abrazado la locura. A máquina cuando he temido perderme y he perdido más intentando ordenarme. He escrito en blanco y negro, viendo como acto seguido las lágrimas lo emborronaban todo. También he escrito a todo color, ocupando hasta los márgenes de cada página.

Hasta llegar a él, en mi libro han pasado muchas cosas. Escribirme la vida, al fin y al cabo, nunca se me dio tan mal. Navegando entre palabras de pura vida, de ansiedad, de alegría, decepción y pseudo-amor, llené tantos capítulos como mi pluma me permitió. Y aunque solo ahora que le tengo siento cómo encaja cada letra, puedo decir con orgullo que cada línea narrada en el pasado es el trozo de nada necesario que ha convergido en este todo imprescindible.

Puedo saber, con certeza, que después de inventarme toda clase de historias absurdas con las que llenar hojas salpicadas de fragmentos de felicidad verdadera, descubrir que el amor no se obtiene, se crea, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Exactamente así, creyendo, creando, fue como inventé el viento que me pasó las páginas hasta encontrar una de color blanco. Un blanco saturado de un pasado ya curado, sereno, reconfortante y útil donde celebrar que toda una vida sin que te pase todo, no significa que no te haya pasado nada.

Y así fue como llené de él esa página, de todo lo que quería que fuera y lo que ya no quería más de nadie. Usando la nada para abrazar el todo. No me imaginé sus ojos, pero inventé su mirada. No describí sus manos, pero soñé con su tacto. Lo puse todo por escrito, sabiendo que el destino siempre estuvo en ese espacio entre mis musas y mis dedos al que me gusta llamar hogar. Y de repente, como pasan todas las cosas buenas, él estaba ahí y yo supe que había llegado porque yo le había inventado. Y él supo lo mismo de mí. Nos inventamos el uno al otro y por eso nos encontramos. Nos seguimos inventando y celebrando que, gracias a las páginas pasadas repletas de nada, hoy podemos llenar mil libros llenos de todo.

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5 respuestas a “Cuando nos inventamos

  1. ¡Precioso! Sigan inventándose a cada página. Lo bonito del amor es que, aunque cuando acabe hayamos escrito un microcuento o una historia del tamaño de Los pilares de la Tierra, siempre tiene algo que enseñarnos.

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