Todos nacemos sin prejuicios, es la verdad. Y esto no solo afecta a los prejuicios respecto a las personas, sino a todo en general. Recuerdo que cuando era pequeña mis padres estaban suscritos a Círculo de Lectores. Yo no entendía muy bien de qué iba el círculo ese, solo sabía que periódicamente enviaban una revista a casa (algo que yo veía como un catálogo de maravillas) y de vez en cuando, con suerte, algún libro.
Yo los leía todos. Los tomaba entre mis manos cuando nadie más los estaba leyendo y me apropiaba de ellos. Bueno, en realidad dejaba que ellos se apropiaran de mí. Los leía independientemente del título, de la portada o de la sinopsis en la contraportada. Los leía sin prejuicios, y aunque algunos me gustaban más que otros, nunca hubiera dicho de uno de ellos que fuera malo.
Hoy la cosa sería diferente. Y es que a veces soy implacable. Que si el argumento no engancha, que si el comienzo es flojo, que si el final ni fu ni fa… No digo que no tenga razón en muchos casos ni que deje de tenerla. Al fin y al cabo muchas de mis apreciaciones tienen que ver con mis gustos, y ya se sabe que para gustos…
Sin embargo, ahora que me siento un poco más escritora que cuando tenía 10 años (aunque entonces también escribía y mucho) a veces me da por pensar que da igual. Que da igual si un libro está escrito con más o menos gracia. A lo que me refiero es al valor intrínseco que tiene. Al trozo de alma (del que lo escribe) que se queda atrapado entre sus hojas independientemente de la calidad del resultado final. La valentía de tomar algo propio e inventar a partir de ello (porque sí, cualquier narración, hasta la más fantástica, parte de uno mismo) me parece un acto de valor admirable.
Más aún. Un libro, sea cual sea, es un foco. Es un trozo de algo analizable que nos hace bucear, indagar, juzgar, viajar, transportarnos. Sumergirse en algo que se ha hecho con unas hojas de papel y el poder la mente y la expresión es lo más cerca de la magia que uno podría estar.
Pero hay todavía más. Algo incomparable. Cuando uno se enamora de un libro y ese libro cambia su vida para siempre. Eso más que magia es un milagro. Y todo empieza, no lo olvidemos, con un alma vaciándose delante de un lienzo en blanco. Un alma esperando conmover, agitar, disuadir, esperanzar, entretener, animar a otras almas. Aunque sea a una. Un libro es, casi siempre. solidaridad, amor, respeto, expresión.
Un libro es un amigo que nunca falla. Un rincón para la evasión. Una invitación a pensar. No sé cuál de estas cosas hace más falta en el presente: si los amigos, la evasión o la reflexión. Sólo sé que para mí todos los días son el Día del Libro y que soy quien soy gracias a todos los libros que han pasado por mis manos, por mis ojos, por mi corazón. Desde los libros del Barco de Vapor hasta los de la universidad. Desde la saga más comercial hasta toda la poesía habida y por haber.
Gracias a todos los que me han salvado un poco.
No podías haberlo descrito mejor. Pienso exactamente igual. Me he sentido muy identificada y me ha encantado este post.😘