Tejetintas

Querida yo:

Veo que has estado llorando. Otra vez. Tus ojos siempre te gustaron, pero cuesta verlos de verdad detrás del velo triste tras el que se esconden ahora. Lo sé. Ahora todo te parece difícil. Nunca has tenido tan clara la salida. Nunca has estado tan cansada y decidida. Y, sin embargo, no encuentras la fuerza para decir que ya no. 

Está al llegar, no te preocupes. Sigue llorando, no te culpes. Pronto ya no quedarán lágrimas, solo un tenue rastro de sal en tus mejillas que algún día también desaparecerá. Quedará solo tu piel, una piel que alguien se va a encargar de cubrir con tantos besos que te parecerá imposible que tal cantidad de amor quepa en tu pequeña cara, ahora tan asustada.

No son palabras de consuelo, es la realidad que te aguarda. Porque yo soy tú y desde donde te hablo eres tan feliz, soy tan feliz, que ni siquiera te acuerdas de cómo era la vida tras las barricadas. Solo en algún momento aislado, en algún día como hoy.  En mi hoy, que para ti es mañana, te ha venido a la mente aquella guerra y su correspondiente posguerra y te has puesto a escribir (porque las cosas han cambiado mucho, pero no tanto como para no confiarlo todo a las letras).

Te has puesto a escribir esta carta y te la has leído en voz alta. Me he puesto a escribir esta carta y y te la he dejado doblada por la mitad bajo la almohada de la cama, para que la leas mientras sueñas y encuentres el impulso necesario para avanzar hacia tu destino, que es ser feliz sola, y luego en la mejor compañía. 

Y es que, querida yo, querida tú, no tienes ni idea de la felicidad que te espera. Del amor que eres capaz de sentir (y no, no tiene nada que ver con lo que ahora llamas por el mismo nombre). De todas las noches que le vas a sonreír al espejo del baño de cualquier restaurante embriagada de vino y besos. De todos los besos que regarán con vida las flores con que tú misma tapaste tus cicatrices.  No tienes ni idea de cómo de bonito es él. El que llevas buscando en tantos sueños. El que creías que estaba por inventar. Él siempre ha existido. Él, como tú, estaba viviendo, creciendo. Te estaba encontrando. 

Y ya está aquí, ya lo tienes. Aunque no lo veas, ya es tu camino. En realidad siempre lo fue. Él. Él buscará los antónimos a todos los adjetivos que te resultaron normales durante tanto tiempo y los hará reales para ti. Y ya siempre serás especial, bonita, valiosa, buena, increíble. 

Así que llora, querida yo. Solo un poco más y luego cálmate. Ya viene, ya llega. Una noche te irás a dormir, te lo prometo, y te levantarás sabiendo que no, que ya no. Como si te hubieras pasando la noche leyendo en sueños la carta de una yo futura que te cuenta que todo salió bien. Verás el sol y lo sentirás tan vivo en tus pestañas… Primero, llegará una gran ola de paz: tú. En realidad, yo. Y luego, la playa. Y luego, él. Y luego, nosotros.