Tejetintas

¿Sabes? Es cierto que a veces todavía siento una punzada de pánico cuando, al irme a dormir, apago la luz del salón antes que la tele, y su resplandor azulado me recuerda a cómo se reflejaba en tu piel.

Es cierto que un día de estos llegará el verano. Y querré comer helado. Y abriré el congelador. Y espero, por favor, que no nos dejáramos una bote a medias, crionizado como tu amor y algo maltrecho, como el mío. Y espero, por favor, no equivocarme y sacar dos cucharas en vez de ninguna. Porque, admitámoslo, hay pecados que solo tenían gracia a tu lado.

Es cierto que algo dentro de mí grita cada vez que me fijo en la grieta de mi espejo. Ese que reventamos a golpes de amor.

Muero también un poco cada vez que huelo el aroma de un kebab. Cada vez que Youtube me recuerda tus nefastas preferencias musicales.

Es cierto que a veces pienso en tus padres. Y me acuerdo del té de jazmín que me preparó tu madre, y lamento que no vaya a poder conocerla más. Y espero que una nueva visitante llegue para quedarse y se dé cuenta, cómo yo, de las cosas que su mirada pide a gritos que le pregunten. Pienso también en tu padre, y en si ya le habrá enseñado a otra la tortuga que vive en tu jardín. Y lamento que ese gran paso que dimos, que dí, no haya valido para algo más.

Es cierto que aún me importas, siempre lo harás. Tanto como para seguir escupiendo certezas en tinta.

Pero hay otras cosas que también son ciertas.

Ahora canto más y lloro menos nada.

Recuerdo sin arder.

He vuelto a sonreírles a los perros que se cruzan en mi camino.

Mi móvil vuelve a tener voz.

Ya no espero que me llames, aunque sé que podrías hacerlo en cualquier momento.

Ya no espero que vuelvas.

Aunque sé que podrías hacerlo en cualquier momento.