No es justo que alguien como yo se queje de los silencios. Yo he callado, queriendo hablar, mucho más de lo que me podía permitir. Y no sé si porque he dejado de hacerlo o porque todavía lo hago, siento que odio cada vez más todas las palabras que se quedan varadas en alguna orilla, que no vuelan, que permanecen guardadas.
Yo creo que las palabras están hechas para ser dichas en voz alta. Para ser dichas a alguien, que también puede ser uno mismo. Pero también sé, o se supone que debo saber, que no se puede ir por la vida vomitando todo lo que se nos cruza por el lienzo de la mente porque, a veces, las palabras no son más que miedo, y dudas, y falta de cosas que intentamos desesperadamente llenar con otras (equivocadas) cosas. Lo sé, que eso no sería justo, ni útil, ni sano. Que sería, como lo llama Leiva en su última canción, un sincericidio.
Y sin embargo, me pregunto si es mejor el callar por si acaso. Por si las ofensas, por si los impulsos, por si ya no hay vuelta atrás. Como si lo que pudiéramos decir no fuera, incluso solo durante el triste y fugaz segundo en el que cruza nuestras mentes, verdad. O como si las mentiras no contaran. Como si alguien pudiera sobrevivir un solo día en sí mismo sin mentirse un poco.
Todos nos mentimos un poco. A veces mucho. Yo, ahora, aun volcando mi corazón sobre un teclado, estoy callando más de lo que hablo. Estoy olvidando premeditadamente cosas con la intención de ser feliz. Estoy seleccionando las palabras que me digo, que le digo. Pero solamente porque decirlo todo me resultaría físicamente imposible y porque no sabría cómo empezar ni cómo hacer para decir la verdad y luego nunca volver a mentir(me).
Y por eso, supongo, hay gente que en lugar de hablar y a veces callar, calla y a veces, solo a veces, habla. Bajito, entre dientes, tanto que si te alejas ni las oyes. Tanto que ni pueden entenderse a sí mismos. Y por eso, imagino, hay personas que son silencio y a las que hay que adivinarles las palabras entre los dientes, sobre las pestañas o detrás de la frente. Hay que leerles las intenciones antes de que ellos las conozcan, porque esperar hasta entonces implicaría correr el estúpido riesgo de caer con ellos al pozo de su silencio.
Porque, y esto es lo más importante de las palabras, la ausencia de ellas es un mal extraño, común y contagioso.
Por eso estoy intentando alejarme de él.
Del silencio.
El día que te calles vamos a perder mucho. No quiero, no me gusta, no me da la gana. Chincha.
Besos
Fer
Jajjaa gracias, Fer. Se te echaba de menos por aquí. Un abrazo.
Yo te doy besos y tú me respondes con un abrazo???! Uy uy se nos rompiooooooo el amoooooor de taaaaanto usaaaaaaarloooooo
Los abrazos molan más que los besos, se abarca más a la persona, jajajaja.
Jajajaj vaaaaaale acepto el abrazo!!
¡Hola! Callarse solo se acepta si no tienes nada para decir. Si eso no pasa, siempre hay que expresar aquello que llevamos dentro, sino de qué nos serviría? Un abrazo.
¡Hola, Esther! Estoy contigo. Cualquier cosa es mejor que el silencio cuando hay cosas dentro que expresar. Muchas gracias por leer y comentar. Un abrazo ☺
Wooww me impresiona tu forma de expressarte, es muy profunda y bonita!! Pasate por mi blog si quieres! 🙂 sigue asi https://sketchvcm.wordpress.com
Muchas gracias!! 😊😊
inteligente manera de pensar, y excelente referencia la canción de Leiva. Me encantó. Saludos.
¡Gracias! 🙂